Qué onda, morros. Mi nombre es Pablo. Tengo 29 años y soy bisexual. Este es mi primer relato y espero les guste.

Todo comenzó una vez que andaba de regreso en mi pueblo natal por vacaciones, vamos a llamarle Papantla sólo porque fue el primero que se me ocurrió. En aquel entonces acababa de descubrir esa famosa aplicación de ligue de la carita amarilla y para mí era la novedad. Entonces inmediatamente llegando a mi casa la abrí en chinga por pinche curioso a ver qué tanta gente me aparecía y si salía alguien conocido (todos los que viven fuera de su pueblo lo han hecho, ¿siono rasa?). En fin, como suele suceder también, siempre que aparece alguien nuevo ahí van todos de perros a hablarle, ¿o no? Y pues ahí está la perrada de vatos hablándome y conversando maravillosamente, como todos ustedes bien saben y les encanta hacerlo, con una sola palabra: (Hola, edad?, rol?, lugar?), neta que son buenísimos ligando, weyes. O típico que lo primero que mandan es una foto de su culo. Fea la foto y feo el culo, (No sean así vatos, den chance, pues.) Total, que entre todos esos chats culeros salía uno que otro chido que además de hacer la plática mandaban foto de cara. Tengo que admitirlo: Cuando usaba la app nunca puse foto de cara en el perfil porque nunca falta la jota culera que quiere chingar porque no le dijiste que no, además de que todavía tengo un pie dentro del closet, como la mayoría de los bi. En fin, que uno que otro me mandaba foto de su cara y entre esos me salió un vato que conocía. La sorpresa fue que no sabía que le tronaba la reversa. Había sido mi compañero en la secundaria y aunque nunca fue del tipo que tenía novias, tampoco lo recuerdo como la jotita del salón. Callado el wey pero ya en confianza echaba desmadre como todos. Y perdón que les arruine la fantasía a muchos, pero no, en secundaria todavía no era yo consciente de mi propia tendencia bi, así que no puedo decir que me llamara la atención desde entonces, pero en retrospectiva, recuerdo que no era nada feo. Jugaba chido fut, buen chamorro, delgado pero con espalda ancha. En la foto que me mandó tenía la misma sonrisa y la cara de niño bueno que no puede con ella. Ya en pláticas posteriores me enteré que es un reverendo hijo de la chingada, en buen sentido, no que sea culero con la gente sino que aparenta no romper un plato y pues no, todo lo contrario, jaja. En fin, de inmediato lo reconocí y la neta me dio mucho gusto, entonces no me aguanté las ganas de decirle que nos conocíamos pero de momento no le mandé foto ni nada, lo dejé con la duda al cabrón. Vamos a llamarlo aquí Omar, porque igual fue el primer nombre que se me ocurrió. Le dije “Wee, no mames, Omar, qué chido verte! Qué cambiado!” Y sí, Omar ahora a pesar de seguir delgado, su camisa parecía apretarle sobre un cuerpo bien formado. Se delineaban unos hombros anchos y la camisa entreabierta dejaba apenas ver un pecho amplio y semi velludo. Siempre fue moreno, pero ahora usaba el pelo rapado y barba medio crecida, y un piercing en la ceja.

Cuando el wey me preguntó quién era y ante mi negativa de decirle, estuvo a punto de bloquearme, pero entonces le dije que nos viéramos en persona, que la neta era alguien que lo conocía bien y me disculpara si no le pasaba foto pero que por el puto closet que traigo cargando la neta le sacaba. Parece que entendió y accedió a que nos viéramos en la entrada de la secundaria. Aún vivía en la misma casa de siempre igual que mis papás, así que nos quedaba cerca a ambos. Llegué antes de la hora acordada para verlo llegar y en caso de que me arrepintiera, aún poder inventar que yo estaba ahí pasando de casualidad. Pero cuando lo vi caminando hacia acá no me quedaron ganas de arrepentirme. El vato se había puesto riquísimo: seguía jugando fut, así que sus piernas se tornearon y crecieron, en persona ya se le notaba mejor el cuerpo de gym y está casi de mi mismo vuelo (soy más alto que el promedio). Traía puesta una playera del Barcelona con pantalón de mezclilla roto de las rodillas y algo guango, una gorra como siempre fue su costumbre y por supuesto sus tenis de fut. Al parecer Omar no esperaba verme ahí, y aún cuando lo saludé no captó que era yo con quien había platicado en la app. Se alegró de verme y me saludó de abrazo y todo el pedo, pero a pesar de su alegría lo noté nervioso, viendo al reloj y checando alrededor como si esperara ver a alguien. Comenzamos a ponernos al corriente rápido y cuando le propuse ir a tomar chela, me dijo que estaba esperando a alguien. Me pareció divertido que no se diera cuenta que yo lo había citado y le dije que fuéramos por ahí cerca y que le mandara un mensaje para que lo encontrara ahí. No parecía muy seguro pero creo que neto le dio gusto verme accedió. El mensaje llegó a mi teléfono pero por supuesto no le contesté de inmediato, esperé unos minutos para simular que checaba otra cosa en mi teléfono y le contesté que no había problema. Pues estuvimos en el bar platicando dos horas y al cabrón no pareció importarle que su cita no llegara (me hubiera dejado plantado el muy culero), entonces ya entrados en ambiente le pregunté que qué pedo con su amigo, que si no iba a llegar. Me dijo que al parecer no, pero que no importaba. Entonces le dije “Wey, estás pero bien pendejo”. El cabrón se sacó de onda y no sabía por qué lo pendejaba. “Soy yo, wey”. “¿Cómo?”, preguntó. “Pues sí, cabrón, yo hablé contigo por la app en la tarde”. Hubieran visto su cara, jajaja. Aún la recuerdo. Abrió un chingo los ojos y se cagó de la risa, no podía creerlo. El wey me dio un abrazo bien espontáneo, luego me vio a los ojos y con una sonrisota me dijo: “Wey, no mames, qué chingón que seas tú, no me aguantaba ya las ganas de decirte que te pusiste bien pinche bueno”. Yo también me cagué de risa y le regresé el cumplido, que por supuesto era verdad. Luego de eso la plática circuló en torno a esa parte que no conocíamos de nosotros, cómo nos dimos cuenta, quién sabía, etc, ya saben, el ritual de salir del clóset con alguien nuevo. Para cuando acabamos de ponernos al corriente ya llevábamos tres cubetas de cheves y venía otra en camino. Me comentó que ya era tarde, que no había planeado tardarse mucho y le dije que no había pedo, que nos fuéramos a la casa y ahí la seguíamos, que a mis papás les iba a dar gusto verlo. Aunque nunca fuimos grandes amigos, mis papás conocían bien a Omar y a sus papás y no tendrían problema en que chupáramos en mi casa. Nos acabamos la cubeta faltante, pasamos a una famosa cadena de mini super y compramos un seis. Se notaba que él no tomaba mucho y me dijo que ya con eso era suficiente. Llegamos a la casa y mis papás ya estaban a punto de acostarse, no sin antes saludar a Omar y platicar un rato con él. Se subieron a su cuarto y nosotros nos pasamos al mío. En cuanto cerré la puerta, Omar se me acercó y me dio un beso. No me lo esperaba, pero la neta también me moría de ganas de eso, nos olvidamos de las cervezas y nos fuimos directo a la cama abrazados en pleno atascón. En ese momento sentí por primera vez el culazo que se cargaba el cabrón, durito y grande. Se lo apreté y se le escapó un gemido. Me cagué de risa y le dije que no fuera puto, o que sí, pero que no hiciera ruido por mis papás. Al wey le dio risa también y cada que se le iba a escapar un sonido, se apretaba los labios. Pinches caras sabrosas que hace el Omar.

Le quité la playera y le besé ese pecho semi velludo que le había visto en la foto. No estaba marcado pero el gym se notaba: sus músculos estaban duros y ya sin ropa el volumen era notorio en su pecho, hombros, espalda, pero sobre todo en sus brazos, los cuales subí para oler y lamer sus axilas. El cabrón olía riquísimo, a una loción que me encantó. Bajé a sus pezones y los mordí sin piedad. El wey me quitó pero me valió madres y volví a atacar los pezones, esta vez un poco menos agresivo, lo cual prendió a Omar muchísimo. Bajé por el caminito de vellos hasta su ombligo y luego hasta el botón de su pantalón, el cual desabroché y quité lo más rápido que pude junto con su bóxer. Al momento saltó una verga erecta de buen tamaño, alrededor de 18cm, curveada hacia arriba con un juego de testículos aguados y colgantes, todo esto coronado por una mata de pelos recortada lo suficiente para que no estorbe pero aún notable. Su olor era riquísimo, a sudor más el olor natural de los fluidos vergosos. Lamí su abdomen bajo y su entrepierna, el interior de los muslos y debajo de los huevos, para pasar a metérmelos a la boca y masajearlos con mi lengua. Después me metí esa verga a la boca. Su sabor era justo como lo esperaba: delicioso, a fluido preseminal. Lamí esa cabeza rosada un buen rato mientras ese wey se mordía los labios para no gemir. Cuando lo tenía ya bien caliente, no lo pensé dos veces y le subí las piernas para dejar frente a mi cara esas nalgas deliciosas. Me acerqué para lamerlas y el no puso ninguna resistencia. Las mordí y las separé con mis manos para verle el ojete velludo, Mi lengua se atascó tan solo de verlo, empezó a lamer alrededor, sobre él, luchaba por entrar, y Omar con la respiración entrecortada cooperaba lo más que podía para que mi lengua intrusa penetrara con facilidad. Omar estaba que volaba, movía la cadera para arriba y para abajo y yo me apretaba a su culo sin permitir que se apartara de mí ni un segundo. El wey tomó su verga y comenzó a masturbarse, pero yo no se lo permití, no quería que se viniera antes de que le metiera mi verga en ese hermoso culo. Vi que el wey ya no se aguantaba de lo caliente, así que saqué un condón de mi cajón y cuando me lo iba a poner, Omar me acostó en la cama y me dijo que era su turno de hacerme volar. El wey me quitó por completo el pantalón y el bóxer y se dejó ir sobre mi verga. La mia mide 19cm, morena, gruesa y se curva ligeramente hacia abajo. Normalmente no me recorto el vello y a Omar pareció gustarle eso. De un madrazo se metió toda mi verga en la boca, hasta los huevos, y yo pa pronto lo agarré de los pelos y empecé moverle la cabeza a mi antojo. El wey se ahogó en un par de ocasiones, y con todo y los ojos llorosos seguía mamando el muy puto. Después me confesó que quería hacerme venir porque tenía miedo de mi verga, pero el wey no se salvó. Después de unos minutos me levanté, lo puse en cuatro sobre la cama y me coloqué el condón. Le volví a lamer el culito delicioso precioso que tenía y se lo ensalivé chingón. Hice lo mismo con mi verga y despacito comencé a metérsela. El wey no decía nada, sólo se aguantó como los machos.

Le costó que entrara toda, pero no le sacó. Ya que la tuvo toda adentro, el wey solito comenzó a moverse para atrás y para adelante. No pude verlo dos veces porque entonces lo tomé de la cadera y comencé a cogérmelo como a mí me gusta: rápido y fuerte. Ya para entonces la verga entraba solita, fácil y sin pedos. Omar se agarró una almohada y la abrazó con fuerza. Yo intenté no hacer chocar mis piernas con sus nalgas pero pues a veces no se lograba, jaja, hice lo que pude para cogérmelo rico sin hacer ruido. La vista de su espalda ancha y sus nalgas frente a mí era maravillosa. Lo tomé de los cabellos y lo embestí con fuerza. Después lo voltee y me lo cogí cara a cara, él acostado con el culo en la orilla de la cama y yo parado frente a él. Le volvi a comer los pezones, lo besé riquísimo, jugamos con nuestras lenguas, le besé la cara, le lamí el cuello, las orejas, le apreté las nalgas, le besé los pies y las piernas, todo mientras le daba verga bien y bonito. Así de rico estábamos cuando el wey me abrazó fuerte y su cuerpo se llenó de espasmos, no sin dejar de mover su cadera con mi verga aún adentro. ¡El wey se estaba viniendo de lo más rico! Y muchísimo. Sacó un chingo de leche que le chorreó todo el pecho y el abdomen. Yo me calenté un chingo con eso sin dejar de embestirlo no tardé mucho más en venirme. En una embestida fuerte y hasta el fondo, dejé salir toda mi leche dentro de su culo, al momento que nos abrazábamos y mis espasmos convulsionaban nuestros cuerpos. De las mejores venidas de mi vida. Agitados, nos acostamos y nos limpiamos mientras nos reíamos y comentábamos lo bien que había estado. Al checar la hora, vimos que habían pasado dos horas desde que llegamos, pero aún no era tan tarde, así que nos vestimos y lo acompañé a su casa. En la oscuridad de la noche, en la calle, afuera de su casa, nos despedimos con un beso largo. Nos prometimos seguir en contacto y así ha sido hasta ahora, y por supuesto no fue la única vez que sucedió esto. Espero poder platicarles algúna otra experiencia con Omar.

Es todo por ahora, espero que les haya gustado.

by: Pablo

Por ElChac